La hipertensión arterial es una condición crónica caracterizada por el aumento sostenido de la presión sanguínea en las arterias. Las causas principales incluyen factores genéticos, obesidad, consumo excesivo de sal, sedentarismo, estrés crónico y el envejecimiento natural del sistema cardiovascular.
Frecuentemente llamada "asesino silencioso", la hipertensión puede no presentar síntomas evidentes. Los factores de riesgo incluyen antecedentes familiares, edad avanzada, diabetes, tabaquismo y consumo excesivo de alcohol. Cuando se manifiesta, puede causar dolores de cabeza, mareos y palpitaciones.
El control de la hipertensión requiere adoptar una dieta mediterránea baja en sodio, realizar ejercicio regular, mantener un peso saludable, limitar el alcohol y eliminar el tabaco. La gestión del estrés mediante técnicas de relajación también es fundamental para el control efectivo de la presión arterial.
La insuficiencia cardíaca es la incapacidad del corazón para bombear sangre de manera eficiente. Se clasifica en insuficiencia con fracción de eyección reducida (sistólica) y con fracción de eyección preservada (diastólica), cada una requiriendo enfoques terapéuticos específicos según las guías clínicas españolas.
Los síntomas incluyen fatiga, dificultad respiratoria, hinchazón en piernas y tobillos, y reducción de la capacidad para realizar actividades cotidianas. La progresión puede ser gradual o aguda, requiriendo ajustes frecuentes en el tratamiento según la evolución del paciente.
El autocuidado incluye control diario del peso, restricción de sal, adherencia estricta a la medicación y reconocimiento temprano de signos de descompensación. El seguimiento médico regular con cardiología es esencial para ajustar tratamientos y prevenir hospitalizaciones.
Las arritmias cardíacas son alteraciones del ritmo normal del corazón que pueden afectar tanto la frecuencia como la regularidad de los latidos. Entre los tipos más frecuentes encontramos la fibrilación auricular, las taquicardias supraventriculares y las arritmias ventriculares.
Los síntomas incluyen palpitaciones, mareos, fatiga, dolor en el pecho o dificultad para respirar. Es importante consultar inmediatamente si experimenta desmayos, dolor torácico intenso o falta de aire severa.
Los medicamentos antiarrítmicos más utilizados incluyen:
Los anticoagulantes como warfarina o los nuevos anticoagulantes orales son fundamentales para prevenir ictus en pacientes con fibrilación auricular.
La enfermedad coronaria resulta de la aterosclerosis, un proceso donde las arterias coronarias se estrechan debido a la acumulación de placas de grasa, limitando el flujo sanguíneo al corazón. Esto puede manifestarse como angina de pecho o, en casos graves, infarto de miocardio.
El manejo médico incluye varios grupos de medicamentos:
La prevención secundaria es crucial para evitar nuevos eventos cardiovasculares. La rehabilitación cardíaca, que combina ejercicio supervisado, educación y apoyo psicológico, mejora significativamente la calidad de vida y el pronóstico a largo plazo.
La trombosis representa una complicación grave de las enfermedades cardiovasculares, caracterizada por la formación de coágulos sanguíneos que pueden obstruir los vasos sanguíneos. La trombosis venosa profunda y la embolia pulmonar constituyen emergencias médicas que requieren tratamiento inmediato con anticoagulantes.
La monitorización regular es esencial para prevenir complicaciones hemorrágicas. Los pacientes deben conocer las precauciones necesarias, como evitar traumatismos y controlar la interacción con otros medicamentos, especialmente en presencia de contraindicaciones como úlceras activas o trastornos de coagulación.
La dislipemia, caracterizada por niveles elevados de colesterol LDL, triglicéridos y/o bajos niveles de colesterol HDL, constituye un factor de riesgo cardiovascular modificable fundamental. El control lipídico adecuado reduce significativamente el riesgo de infarto de miocardio y accidente cerebrovascular.
Los objetivos terapéuticos varían según el riesgo cardiovascular individual: colesterol LDL menor de 70 mg/dl en alto riesgo y menor de 55 mg/dl en muy alto riesgo. La dieta mediterránea y el ejercicio regular complementan el tratamiento farmacológico de manera esencial.